Martín Vestiga
Una producción de NOVA

Martín Vestiga, Tito Rosca y la posible privatización de los cementerios en "La Feliz"

Tito Rosca y Martín Vestiga. (Dibujo: NOVA)

Sagaz como siempre. Intrépido e inquisidor. Adjetivos que sólo califican a Martín Vestiga, un asiduo colaborador de NOVA que vive trabajando y que, en sus ratos libres, investiga como pocos. Todo un adicto a su profesión.

En una esquina brumosa de la emblemática calle Güemes, Martín Vestiga se apoyaba con elegancia en el mostrador de un café mientras sorbía un espresso doble sin azúcar.

De pronto, emergió de la nébula matutina Tito Rosca, quien, pese a que su autocatalogación de “satánico” y “con olor a cigarrillo” le alegraba el día a más de uno, logró despertar el interés de todo parroquiano.

— ¡Eh, Martín Vestiga, hermano! — Saludó con voz rasposa Tito Rosca, encendiendo un cigarrillo que exhaló más humo que la caldera del Teatro Auditorium. — ¿Te enteraste del último cementerio-negocio?

Martín Vestiga, arquero de las crónicas políticas y de buen olfato para el escándalo, levantó una ceja:

— ¿Privatizar La Loma y Parque? — Preguntó Martín Vestiga, frunciendo el ceño. — Suena macabro… ¿De qué van los muchachos del palacio comunal?

— ¡Tal cual! — Respondió Tito Rosca, dando una calada de campeonato. — Dicen que quieren convertir las tumbas en parcelas premium. Imaginate: nichos con vista al mar, servicio de piscineo invernal y delivery de flores con código QR para recordar al difunto con un click.

En ese instante, una gaviota se posó sobre un farol cercano, como si aplaudiera la ridiculez de la propuesta. Martín Vestiga tomó nota mental (y física) de la escena:

Parcelas “premium” desde 500 mil pesos.

Acceso VIP para visitas: pulsera inteligente que abre la bóveda.

Club de lectura para fantasmas: suscripción anual.

— ¿Y quién banca este florido negocio? — Inquirió Martín Vestiga, mientras anotaba con su pluma hecha con tacuara reciclada.

— Al parecer, el mismísimo concejal de Hacienda. — Dijo Tito Rosca, guiñando el ojo.— Pero ojo, que la municipalidad niega todo y culpa a “rumores de cafetería”.

Enganchado en su habitual estilo entre socarrón y mordaz, Martín Vestiga se despidió de Tito Rosca con un gesto teatral:

— Gracias por la primicia cadavérica, Tito Rosca. Investigaré si el finado concejal realmente tiene acciones en la firma funeraria. ¡No permitiremos que espíritus capitalistas revivan en La Feliz!

Y así, con café en mano y humo en el aire, Martín Vestiga se marchó rumbo al despacho para dar vida (o muerte) a la crónica más insólita de Mar del Plata. Habrá que esperar a ver si, tras esta privatización de ultratumba, hasta los fantasmas exigen su comisión.

¡Un liberal odia la deuda!

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