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Una joya todo el año

La Feliz fuera de temporada: cuando nuestra ciudad se vuelve más auténtica

Una ciudad que ofrece múltiples posibilidades de disfrute no solo en verano.

Marzo, abril, mayo... cuando la multitud del verano se va y las calles vuelven a ser nuestras, Mar del Plata muestra su cara más genuina. Esa que los turistas de diciembre y enero apenas llegan a vislumbrar entre parasoles y reposeras.

Desde 1940, Mar del Plata fue transformando su fisonomía para convertirse en una ciudad eminentemente turística, cuando los sectores trabajadores comenzaron a elegir a "La Feliz" para pasar sus vacaciones. Pero la verdadera esencia marplatense florece cuando bajan las temperaturas y se van las multitudes.

Para quienes vienen en micros a Mar del Plata desde diferentes puntos del país durante estos meses más tranquilos, la ciudad regala experiencias que en temporada alta resultan casi imposibles. Caminar por el centro sin empujones, conseguir mesa en cualquier restaurante sin espera y, sobre todo, conocer a los marplatenses de verdad, son los placeres que ofrece nuestra hermosa ciudad cuando el frío hace que el mar no sea el centro de atención.

Los museos cobran protagonismo

Más de 7000 metros cuadrados dedicados al arte contemporáneo, el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata es una de las obras de patrimonio cultural más importantes que se ha construido en Argentina. Fuera de temporada, este gigante cultural se puede recorrer con la calma que merece, sin las colas interminables del verano.

El MAR permite adentrarse en exposiciones temporales que rotan constantemente, mostrando tanto artistas nacionales como internacionales. Durante el otoño e invierno, los talleres y actividades educativas toman otro ritmo, más pausado, más genuino.

Villa Victoria, la residencia de verano donde pasaron Jorge Luis Borges, Bioy Casares y Gabriela Mistral, entre otros reconocidos escritores, también cambia su dinámica fuera de temporada. Las visitas guiadas se vuelven más íntimas y permiten imaginar realmente cómo era la vida de la intelectualidad argentina en esos salones señoriales.

Gastronomía sin prisa y con alma local

Los restaurantes tradicionales de Mar del Plata durante el otoño e invierno recuperan su espíritu de barrio. En invierno, se recomienda aprovechar para degustar platos típicos como los frutos de mar, rabas, paellas y pescados frescos, pero con una diferencia fundamental: ahora los cocineros tienen tiempo para preparar cada plato como corresponde.

Los bodegones del puerto vuelven a ser de los pescadores y estibadores. Las parrillas de los barrios recuperan su público de siempre. Y esos restoranes familiares que durante enero atienden como pueden a las multitudes, en marzo retoman el ritmo de cocina casera que los hizo famosos.

Los famosos alfajores marplatenses también se pueden disfrutar sin las colas eternas de las confiterías céntricas. Havanna, Balcarce, Cachafaz... cada uno recupera su identidad cuando no hay que producir a ritmo industrial para satisfacer la demanda veraniega.

La costa se vuelve contemplativa

Con 47 kilómetros de costa, Mar del Plata ofrece durante la temporada baja una experiencia completamente diferente. Las playas vacías permiten caminatas largas donde el único sonido es el de las olas rompiendo en la orilla.

Playa Grande, que en enero parece un hormiguero humano, durante el otoño se transforma en un escenario perfecto para quienes buscan contemplar el horizonte sin interrupciones.

El Torreón del Monje, emblemático símbolo de la ciudad, recupera su aire señorial cuando no está rodeado de turistas haciendo fotos. En invierno, los atardeceres suelen ser espectaculares, con colores intensos que pintan el cielo sobre el mar.

Actividades que cobran sentido

Durante el invierno, es el circuito teatral independiente el que pervive con diversos estrenos y una constante de público, proveniente de la misma ciudad, que cuenta con diversos centros de formación de actores y de docencia en teatro. Este detalle marca una diferencia sustancial: las obras están pensadas para el público local, no para el turista de paso.

El Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, único en Latinoamérica de Categoría "A", fue concebido en 1954 y aunque se realiza en noviembre, es durante los meses más fríos cuando la ciudad cinematográfica cobra vida real. Las salas de cine funcionan con programación estable, los cineclubes retoman sus ciclos y la movida cultural encuentra su verdadero pulso.

Para los que buscan actividades más activas, las escuelas de surf están abiertas todo el año, permitiendo disfrutar del surf y SUP (stand up paddle) en cualquier estación. Sólo hay que animarse al frío. El windsurf y el kitesurf encuentran en los meses ventosos las mejores condiciones, cuando las playas están libres de bañistas.

El turismo de cercanías

Mar del Plata cuenta con una variada oferta de temporada baja: turismo deportivo, ecológico, aventura, pesca y eventos culturales, pero también alrededor hay varios lugares cercanos más que interesantes. La Sierra de los Padres, la Laguna de los Padres y los pequeños pueblos de los alrededores se pueden recorrer sin las multitudes que los saturan en enero.

El circuito de las estancias rurales cobra especial encanto durante el otoño, cuando los colores del campo pampeano ofrecen paisajes únicos. Las cabalgatas, los asados campestres y las actividades del campo se disfrutan con mayor autenticidad.

Mar del Plata fuera de temporada no es una versión menor de La Feliz: es su versión más genuina. Esa ciudad que los marplatenses conocemos y queremos, donde cada rincón cuenta una historia sin prisa y donde el turista puede conocer realmente cómo late el corazón de la "Perla del Atlántico" cuando no está disfrazada para la foto.

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