Una mamografía que cambia destinos: cómo un diagnóstico temprano y una política sanitaria salvó su vida
La historia de Francisca Garay, una marplatense de 51 años, refleja con claridad la importancia de la prevención y el impacto decisivo que puede tener un estudio de rutina.
"Una mamografía me salvó la vida", asegura al recordar el momento en que, sin síntomas previos, le detectaron un cáncer de mama en estadio temprano.
Ella forma parte de una estadística que golpea con fuerza: cada año, 8500 bonaerenses reciben este diagnóstico, lo que representa un promedio de 23 casos por día.
Pero también integra el grupo que logró detectarlo a tiempo, una variable que, según los especialistas, marca la diferencia entre la vida y la muerte.
De acuerdo con el Instituto Provincial del Cáncer (IPC), la mamografía es el único estudio que ha demostrado reducir la mortalidad por cáncer de mama.
Por eso, la detectaron antes de que avanzara, lo que permitió que Francisca accediera a tratamientos menos agresivos y con mayores probabilidades de éxito. En este caso, los controles fueron realizados en hospitales públicos de la Provincia de Buenos Aires.
La directora del IPC, Marina Pifano, explica que el cáncer de mama es el tumor más frecuente en Argentina y que su pronóstico depende de manera crítica del momento en que se detecta.
"Mientras la detección temprana presenta una tasa de supervivencia del 90 por ciento, en los casos avanzados se reduce al 28", detalló a NOVA.
A pesar de esta diferencia contundente, solo el 35 por ciento de los casos en el país se detectan en etapas iniciales, mientras que un 25 llega a consulta en fases metastásicas.
Ante este panorama, el Ministerio de Salud bonaerense anunció una medida clave: la provincia comenzará a indicar la mamografía a partir de los 40 años (y hasta los 75) con frecuencia bienal en todos los hospitales públicos y centros de salud.
A nivel nacional, hasta ahora, el estudio estaba recomendado desde los 50 años. La decisión busca aumentar la detección precoz y facilitar el acceso a un diagnóstico temprano, especialmente en sectores con menos posibilidades de realizar estudios de forma privada.
En el caso de Francisca, el estudio de rutina fue un impulso casi casual. La decisión de hacerse la mamografía surgió tras ver un afiche sobre el cáncer de mama mientras acompañaba a un familiar en un hospital.
No tenía síntomas y no era una paciente que soliera realizar controles periódicos. Tras recibir el diagnóstico, se sometió a una cirugía y tramitó un tratamiento que describe como intenso pero reparador. "Es como si hubiera vuelto a nacer", reflexiona.
Ella deja un mensaje que buscan transmitir sin rodeos: no hay que tener miedo a hacerse los controles. Su experiencia personal se suman a una política pública que intenta reforzar la prevención como herramienta central para salvar vidas.
Desde el IPC, además, advierten que las personas con antecedentes personales o familiares deben consultar al equipo de salud para conocer el esquema de controles adecuado, que puede diferir del general.
La historia, revela que una mamografía a tiempo no solo detecta un tumor: puede convertirse en el inicio de una segunda oportunidad.








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