Martín Vestiga
Una producción de NOVA

Martín Vestiga, Tito Rosca y los abusos sexuales en el EMDeR

Tito Rosca y Martín Vestiga. (Dibujo: NOVA)

Sagaz como siempre. Intrépido e inquisidor. Adjetivos que sólo califican a Martín Vestiga, un asiduo colaborador de NOVA que vive trabajando y que, en sus ratos libres, investiga como pocos. Todo un adicto a su profesión.

En la soleada Rambla de Mar del Plata, donde las gaviotas compiten con los vendedores de pochoclos por captar la atención de turistas despistados, se produjo un encuentro tan imprevisible como un chapuzón en invierno.

Por un lado, al paso firme y siempre impecable de saco cruzado, apareció el respetado periodista Martín Vestiga, quien, con su libreta en una mano y un termo de café en la otra, olfatea más escándalos políticos que un sabueso del periodismo de investigación.

Por el otro, emergió de entre los puestos de churros el insoportable, satánico y con aroma a cigarrillo Tito Rosca, cuya carita de pocos amigos delata que trae de todo menos buenas nuevas.

— ¡Hola, Martín Vestiga, colega de la tinta y el micrófono! — Saludó Tito Rosca con voz rasposa, como si hubiese fumado un cartón de cigarrillos para desayunar. — Vengo a contarte algo que te va a poner los pelos de punta más que un viento sur en temporada baja.

El rostro impasible de Martín Vestiga apenas se movió. Con calma, apoyó el termo en un banco oxidado y respondió:

— Habla, Tito Rosca. Pero hazlo rápido: mi hora de aire libre va desde las diez y veinte hasta las diez cuarenta. Después, vuelvo a sumergirme en el océano de correos oficiales.

Tito Rosca rebuscó en su bolsillo y, en lugar de un envoltorio de cigarrillos, sacó un papel arrugado. Lo desdobló con teatralidad.

— Resulta que en el Instituto Arístides Hernández, dependiente del Ente Municipal de Deportes y Recreación (EMDeR), están ocurriendo cosas muy feas. Nuestro amigo. — O más bien enemigo. — Lucas Miranda, el secretario del instituto, acumula denuncias de abuso sexual. Sí, Martín Vestiga, denuncias de ex alumnos y compañeros de trabajo que aseguran que el susodicho se dedica a manosear sin consentimiento.

Martín Vestiga alzó una ceja:

— ¿Y le contaste esto a las autoridades?

— ¡Claro! Las denuncias llegaron por mail directo a la Dirección de Gestión. — Aseguró Tito Rosca, frotándose las manos como si aquello fuese una promoción de pochoclo para un cine. — Pero el presidente del EMDeR, la directora general de Política Deportiva y la misma titular de Gestión decidieron… Cómo decirlo… "Cajonearlas". Vamos, que las enterraron más rápido que un caramelo en la arena.

— ¿Y la DIEGEP? — Inquirió Martín Vestiga, ajustándose las gafas.

— También sabe. — Confirmó Tito Rosca, inclinándose para susurrar casi en tono conspirativo. — Subieron los mails a sus oficinas, pero el inspector respondió: "Es un tema interno, resuélvanlo ustedes". Texto textual, señor periodista. "Texto textual".

En ese instante, una gaviota mal cairá sobre el banco y robó el termito de café de Martín Vestiga, obligándolo a perseguirla gritando consignas contra la impunidad. Tito Rosca aprovechó para alejarse, dejando tras de sí esa estela a humo que lo caracteriza.

Ya sin termo y con la espontánea persecución marítima en marcha, Martín Vestiga sacó su celular y dictó mentalmente el encabezado de su próxima crónica satírica:

"Cuando las autoridades del EMDeR juegan a las escondidas con las denuncias: la tragicomedia del Instituto Arístides Hernández".

Con su pluma afilada y su olfato de periodista, Martín Vestiga supo que este chisme no era broma. Entre carcajadas y críticas mordaces, convertiría el escándalo en una nota de humor político, porque en Mar del Plata, hasta las injusticias más graves merecen ser desenmascaradas… Aunque sea con un toque de ironía.

Y así, entre gaviotas, churros y un amigo insoportable, se forjó el próximo titular que hará temblar despachos oficiales… ¡Y sacará carcajadas a los lectores más exigentes!

¡Saca la mano, Antonio, que mamá está en la cocina!

Dale un beso a Lupita, que tu mami no nos mira

Saca la mano, Antonio, que me puedo entusiasmar

Y si mamá nos viera, nos tendremos que casar

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