




Comenzar cada jornada con el aroma ahumado de la leña y el murmullo de las brasas encendidas es para el marplatense Germán Sabotig mucho más que una rutina: es el latido que guía su camino.
Con 45 años de historias grabadas en el filo de su parrilla y una maleta a medio cerrar, viaja incansable entre la costa mediterránea y el Atlántico sur.
Allí donde el sol besa el mar, su misión es sencilla pero profunda: encender el vínculo entre personas a través de la tradición del asado argentino.
Su agenda se divide entre bermudas y ojotas junto al Mediterráneo y las mañanas frescas junto al puerto marplatense, asegurándose de que nunca falten los mejores cortes, el carbón aromático y las brasas perfectas.
"Cada vez que atravieso la aduana con mi parrilla, siento que es un regalo para quienes añoran un pedacito de casa", comenta Germán desde su campamento malagueño.
En lugar de medir fuerzas con otros asadores, él prefiere sumar voluntades: en festivales gastronómicos, torneos vecinales y aquel asado comunitario frente al Obelisco porteño el 9 de julio, su fuego se convierte en punto de encuentro.
Según Sofía Ruiz, una vecina local de Antequera que probó su entraña, "Germán no solo sirve carne: sirve alegría, como si compartiera un abrazo con cada filete".
Para él, el ritual del asado es un lenguaje de identidad donde "el humo es conversación, la llama es emoción y el carbón guarda secretos de generaciones".
Esos domingos de sobremesa larga y canasta de básquet bajo el Sol del barrio son la inspiración que lleva en el corazón.
La impronta narrativa viene de cuna: Germán es hijo de Perla Carlino, inolvidable locutora de LU6 Radio Atlántica de Mar del Plata.
"De niño imitaba su voz en los noticieros familiares (recuerda), y comprendí que tanto un micrófono como una parrilla pueden tender puentes entre la gente".
Su vida itinerante rozó lo épico cuando siguió a su hijo Gastón a los playoffs de básquet en Italia.
Entre entrenamientos y viejas murallas, padre e hijo cruzaron Umbría y llegaron a Trieste, donde la familia Sabotig hunde raíces.
"Sentir esos adoquines bajo los pies fue como encontrar un mapa de memorias", describió Germán.
A su vez, el chef local Alberto Marchetti, que colaboró con él en una feria en Sevilla, opina: "Trabajar con Germán es descubrir que cada asado es una obra de arte, donde el ingrediente principal es la pasión".
En cada reunión, Germán Sabotig busca algo más que alimentar el cuerpo: quiere avivar la identidad, estrechar lazos y encender puentes entre continentes.
"Cuando el fuego te habla, basta acallar la prisa y escuchar su lenguaje", concluyó, sabiendo que mientras las brasas vivan, su proyecto llevará el calor de lo argentino a cada rincón.